Tal vez nunca has escuchado el término cristianismo progresista, pero es probable que sin saberlo hayas estado frente a él. El mal llamado cristianismo progresista es un movimiento que, como describe la autora Alisa Childers, “pretende reinterpretar la Biblia, reevaluar las doctrinas históricas y redefinir los principios básicos de la fe… al mismo tiempo afirma seguir a Jesús y se jacta de tener una visión elevada de las Escrituras”. (Childers, 2020)
Para desarrollar mejor el tema, quisiera iniciar con la definición de dos conceptos. Primero, el cristianismo histórico, que se refiere a las enseñanzas bíblicas de salvación únicamente a través de la obra Cristo, las cuales la iglesia del Señor ha guardado desde su fundación. Segundo, la palabra progresista: según la RAE, tiene que ver con una persona o una colectividad de ideas y actitudes avanzadas.
Aunque no hay relación coherente entre estos dos términos, los progresistas insisten en unirlos ofreciendo una visión supuestamente renovada de lo que conocemos acerca de Jesús, modificando las enseñanzas bíblicas a ritmo de los cambios socioculturales de cada época.
Sin embargo, los esfuerzos por deformar la doctrina no son nuevos. Durante los primeros años de la iglesia, cartas como Judas ya alertaban a los cristianos sobre las falsas doctrinas y profetas. El apóstol Pablo condenó conceptos gnósticos que acechaban a los creyentes, el escritor de Hebreos dedicó su carta a señalar la superioridad de Cristo.
A pesar de ello, en el siglo XIX supuestos creyentes ya defendían ideas contrarias a las enseñanzas bíblicas, y motivados por diversos factores históricos de ese siglo originaron el surgimiento de una “nueva” teología liberal. Algunos de esos eventos importantes fueron: el surgimiento de la filosofía moderna, el desarrollo de la ciencia, especialmente con Charles Darwin y su teoría de la evolución, movimientos sociales y políticos como la Ilustración o la Revolución Francesa, entre otros.
Con esa puerta abierta muchos pensadores, autodenominados cristianos, han metido mano del cristianismo histórico, y lo han torcido de forma tal que complazcan a casi cualquier ser en el planeta. Aunque quizá lo más molesto de todo, sea su insistencia en llamarle cristianismo.
Para ayudar con la identificación de esta corriente, Alisa Childers menciona cinco elementos que caracterizan al progresismo. En este primer artículo estaré describiendo los primeros dos:
Tienen una visión inferior de la biblia. Una de las afirmaciones de este grupo es que la biblia contiene la Palabra de Dios. Y eso no suena nada extraño, sin embargo, esta solapada frase es muy diferente a la afirmación de que la biblia es la Palabra de Dios, lo cual los progresistas niegan. Nótese el uso de las palabras y el significado, por ejemplo, podríamos decir que el código penal de un país contiene leyes que deben ser respetadas, y al mismo tiempo negar que todo el código penal se debe cumplir. Siguiendo el mismo ejemplo, un juez podría entonces aplicar algunas leyes del código para juzgar a un delincuente, pero otras no, y así dejarlo libre o darle una menor condena que la que se establece.
Otro argumento que usa este colectivo tiene que ver con que la biblia no es de inspiración divina, es decir, que sólo fue un grupo de hombres que escribió lo que creía de Dios y por ende contiene errores. Bajo esta premisa no es difícil escuchar personas diciendo, no estoy de acuerdo con lo que el apóstol Pablo (o cualquier autor bíblico) dijo sobre este o aquel tema.
El problema radica en que estas ideas se oponen a la Escritura la cual afirma que es inspirada por el mismo Dios, por eso no contiene errores (inerrancia) y no falla (infalibilidad). La lógica de los progresistas, sin embargo, les permite usar la biblia a su capricho y conveniencia pues no es vista como fuente de autoridad.
Los sentimientos son enfatizados por encima de los hechos. Este es un mal de nuestros tiempos, lo que lo hace un ingrediente principal en la dieta progresista. Para las iglesias progresistas los mensajes de afirmación, autoayuda y empoderamiento son siempre parte del menú, junto con todo aquello que llene de placer las emociones, aunque no sea verdad. Un ejemplo pertinente es la afirmación de otras religiones del mundo.
Brandan Robertson, reverendo progresista escribió en su cuenta de Instagram lo siguiente: “Muéstrate en el mundo como tú mismo. Trabaja para amar, y no busques cambiar o conformar, todas las partes únicas que te hacen ser tú mismo” (traducido por la autora). Una frase emocional que parece inofensiva pero que se opone al mensaje de Cristo de morir a nosotros mismos y ser transformados a Su imagen.
En nuestros próximos escritos continuaremos abordando las otras características que distinguen al cristianismo progresista y lo que enseña la biblia al respecto.