Hasta el año 2013 disfrute de buena salud. Era una mujer determinada, disciplinada, apasionada y resuelta a lograr cualquier meta. La combinación de mi naturaleza caída alimentada por una cultura desafiante hizo de mi una mujer independiente y auto suficiente.
Ese mismo año emprendí un proceso que jamás hubiera anticipado. Enfrenté un quebranto de salud que me detuvo por completo y dio un giro de 180 grados a mi vida.
Me vi confrontada por diversos síntomas que me aquejaban; visión doble, inestabilidad, vértigo, dolor articular, hormigueos, entumecimiento, descargas eléctricas, perdida del habla y hasta una fatiga crónica.
No fue hasta el año 2020 cuando me diagnosticaron con Síndrome Antifosfolípidos, Lupus Eritematoso Sistémico, son enfermedades muy raras de origen autoinmune, donde el cuerpo produce anticuerpos que atacan erróneamente al tejido sano produciendo inflamación, dolor y daño a los principales órganos de nuestro cuerpo.
Tristemente no se conoce hasta el momento cura para este tipo de enfermedad.
He experimentado isquemias cerebrales en aumento llevando a una variedad de complicaciones de mi salud hasta el día de hoy. Incluyendo secuelas crónicas, sufro de una discapacidad cognitiva, vértigo posicional central, dependencia somatosensorial, omisión vestibular y dependencia visual.
Así me encuentro hoy. Mi cuerpo padece todos los días. Mi calendario está lleno de citas médicas. Me encuentro sometida a nuevos estudios y tratamientos enfrentando la aparición de nuevos síntomas que me dificultan el día a día.
Parece un escenario que imposibilitaría la presencia del gozo, pero no es así. A pesar y en medio de todas estas situaciones puedo afirmar de todo corazón que el Señor me ha sostenido. Él me ha animado y llevado por este camino que nunca hubiera elegido en mi propio entendimiento llevándome a conocer el verdadero gozo.
Este gozo es fruto de la sabiduría y gracia de Dios. Cuando Jesús dice que ser su discípulo requiere un abandono total de nuestra persona es difícil creer que este camino podría llevarnos realmente a la vida abundante.
Negarme a mí misma, tomar mi cruz y seguir a alguien era todo lo contrario de mi perspectiva de la vida. Puedo decir que jamás hubiera escogido este camino. Sin embargo, en su gracia Él lo hizo por mí. Ahora sé que Él es la fuente de mi gozo. Mi gozo no depende de mi circunstancia. Dios es Soberano. Dios sabe perfectamente lo que hace.
Reconozcan y consideren seriamente hoy que el Señor es Dios arriba en el cielo y abajo en la tierra; no hay otro.
Deuteronomio 4:39
Reconocer y afirmar de corazón que Dios es el único Dios del universo me anima y trae gozo en mi día a día. Dios hace su voluntad en la tierra como en el cielo. Él es el Señor todo poderoso. Su poder es totalmente ilimitado. Él lleva a cabo su divina voluntad y nadie puede detenerlo.
¿Acaso hay algo imposible para el Señor? Le preguntó a mi alma.
La respuesta es un rotundo no. Me lleno de ánimo y anticipación porque confió en el Dios quien todo lo puede. Aquel que ha mostrado su poder desde antes de la fundación del mundo. Dios Soberano que nada le ha sido imposible, quien posee un poder supremo y tiene completo control sobre su creación. Él es el Rey de Reyes que hace y permite lo que quiere, dónde quiere y cuando quiere.
Yo anuncio el fin desde el principio; desdé los tiempos antiguos, lo que está por venir. Yo digo: Mi propósito se cumplirá, y haré todo lo que deseo.
Isaías 45:10
Realmente no encuentro un atributo como su Soberanía que me confronte más. Mi alma contempla a Dios sentado en su trono con todo el derecho a realizar su voluntad. Dios dispone de su creación para cumplir sus planes y propósitos. Reconozco que Dios está cumpliendo su propósito en mi vida atreves de esta circunstancia porque nada lo toma por sorpresa.
Las palabras de Jesús en su enseñanza acerca del privilegio de la oración “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” me alientan a decir, Padre venga tu reino. sea tu voluntad y no la mía. Hágase tu voluntad, en mi vida, en la tierra, así como en cielo.
Las animo a poner la mirada en Cristo, el eterno HIJO de DIOS. Este mundo y este cuerpo pasaran, pero la Palabra de Dios nunca pasará.
Dios cambió mi vida. Cristo dio su vida por mi pagando mi deuda. Cristo resucitó para darme justificación y reconciliarme con Dios. Ahora soy suya, parte de su familia e integrante de su reino.
Mi propósito cambió por completo. No valoro lo que el mundo valora. No anhelo tener una vida exitosa según el mundo. El deseo de mi nuevo corazón es adorar al Señor en Espíritu y en Verdad.